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Por limpia que esté la casa es difícil evitar que antes o después los gatos cojan pulgas. A veces se da el caso de que una gata no tiene pulgas y los gatitos de su cría están infestados. Habitualmente las pulgas del gato solo viven sobre ellos; sin embargo, el hombre puede ser víctima de ellas, incluso cuando no hay gatos en los alrededores, pero nunca durante mucho tiempo.

El tratamiento común consiste en espolvorear al gato con polvos anti pulgas (o en aerosol). Hay que evitar que el polvo entre en contacto con los ojos y el interior de las orejas. También se puede peinar al gato para sacarle las pulgas y aplastarlas con nuestros dedos antes de que salten. El procedimiento sería el siguiente: colocar al gato encima de varias hojas de papel de periódico, echarle una buena cantidad de polvos donde empieza la espalda y friccionar con los dedos, haciéndolos penetrar a través de los pelos hasta la piel. Luego hay que hacer lo mismo en la cabeza, cuello, cola, cuartos traseros, costillas, vientre, patas y dedos. Se deja que los polvos actúen durante diez minutos y luego se cepilla al animal vigorosamente para que el polvo caiga en el papel. A continuación quemamos el papel. Probablemente habrá que repetir la operación varias veces antes de que las pulgas desaparezcan por completo.

Si nuestro gato sale de casa está expuesto a coger nuevas pulgas, por lo que quizá sea recomendable ponerle un collar contra las pulgas. Éste consiste en una cinta impregnada de un producto que mata a las pulgas cuando suben a la cabeza, pero no es muy eficaz en los gatos de pelo largo e incluso es desaconsejado por algunos veterinarios por los riesgos de intoxicación que comporta.

Descubriremos que el gato tiene pulgas al verlo rascarse con regularidad, o bien por las manchas negras que encontraremos al peinarlo (estas manchas no son más que los excrementos de los parásitos). No hay que descuidar dichas manchas, ya que el rascarse, las irritaciones pueden provocar eczema. Las pulgas ponen sus huevos en el lecho del gato, en las grietas y en las ranuras, por lo que hay que mantener especialmente limpios estos lugares. Tras una infección quizá lo más aconsejable sea deshacerse de la ropa del lecho.

La sarna (o escabiosis) de las orejas es otra de las enfermedades frecuentes en los gatos. Es provocada por un ácaro que se aloja en el conducto auditivo. El animal infestado empezará a rascarse y a menear la cabeza. La oreja aparecerá sucia y a veces con pus de color pardusco. Resulta eficaz un tratamiento con gotas apropiadas, pero puede que sea largo. Si no se tiene mucha experiencia en la materia es mejor dejar que sea el veterinario quien comience el tratamiento, limpiando la oreja y aplicando una loción. Luego solo deberemos seguir sus instrucciones en lo referente a la cantidad de producto a aplicar y la frecuencia de las curas. Aunque el ácaro de las sarna no acostumbra a vivir sobre los humanos, si lo hace causa una picazón desagradable.

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